Era una calurosa noche de verano, y Pedro, que había dedicado toda su vida a la música, intentaba conciliar el sueño. Pedro era un hombre de unos 55 años, alto, bien parecido, con alguna que otra cana en su pelo y en su barba, tenía esposa y dos hijas, y su vida hasta el momento había transcurrido entre acordes, notas y composiciones, por un lado, y, por otro, su dedicación como enfermero, cuidando de niños con cáncer terminal.
Pero volvamos a esa noche calurosa en la que Pedro, intentaba dormir por todos los medios. Había tenido un día agotador, componiendo con el grupo, y eso unido a la extrema humedad que había en el ambiente le dificultaba dormir. Al final cayó en brazos de Morfeo. De repente, empezó a notar frío. Un frío helador e inquietante. Tanto era el frío que quería cubrirse con una manta, así que le dijo a su chica:
-Greta, por favor, me puedes pasar una manta, que tengo un frío terrible.
La respuesta fue el silencio. Greta estaba a su lado, pero extrañamente, no podía oírlo. Pedro alzó su tono de voz para pedirle, de nuevo, que le acercase una manta, pero, nada de nada. De pronto, Pedro notó que tenía la cara maquillada y que lo que llevaba no era un pijama, si no, un traje chaqueta que solo se ponía en ocasiones especiales. Entonces empezó a hacerse preguntas tales como: «¿Porqué tengo frío?¿porqué estoy maquillado y porque estoy durmiendo con un traje y Greta no me oye?.». Poco a poco fue atando cabos y llegando a la conclusión de que ya no estaba en este mundo. Su reacción no fue, la de ponerse nervioso, ni llorar, ni alterarse, ni siquiera gritar. Era consciente de su situación y pensó: «Greta, te quiero y mi vida junto a tí y las niñas ha sido maravillosa. Si ha habido algo malo, ni siquiera me acuerdo. Simplemente se que mis canciones si que sobrevivirán y lo que es más importante, que siempre os acompañarán».